El núcleo central del derecho del trabajo se encuentra en la realidad social de la prestación de trabajo por cuenta ajena, en condiciones de dependencia y subordinación. A diferencia de la concepción civilista tradicional, que interpretaba esta relación como un simple contrato de arrendamiento de servicios, la experiencia histórica —especialmente tras la revolución industrial— reveló su carácter estructural y desigual.

El trabajo asalariado no era un acuerdo puntual entre iguales, sino una relación continua y esencial que condicionaba la vida del trabajador y de su entorno familiar. Esta asimetría exigió la intervención del derecho con una lógica distinta a la del Derecho civil: el surgimiento del contrato de trabajo como figura específica, acompañado de normas protectoras, imperativas y de orden público.

Así nace el derecho del trabajo como una rama autónoma del Derecho privado, orientada no solo a regular, sino también a equilibrar las relaciones laborales, con principios como el de protección, irrenunciabilidad de derechos y primacía de la realidad.